Durante siglos, Isla de Pascua o Rapa Nui, fue el teatro del desarrollo de una de las sociedades más misteriosas de Oceanía. Con sus escasos 166 km2, la segunda isla más aislada del mundo todavía sorprende por sus tesoros arqueológicos y la riqueza de su cultura. Un patrimonio cultural que está simbolizado por un árbol único, endémico de la isla y sagrado para la antigua sociedad rapanui: el toromiro o Sophora toromiro.
Esta fabácea con flores amarillas vivas, antes abundante en la isla, fue descrita por primera vez en 1774 por los naturalistas J.R. y G. Forster, participantes de la expedición de James Cook. Por desgracia, esa madera tan preciosa para la cultura ancestral conoció un destino similar al del pueblo Rapa Nui: ¡fue maltratada durante la colonización europea de la isla! La progresiva disminución del número de árboles seguida de su explotación por el pueblo rapanui fue brutalmente acelerada por el desarrollo agrícola intensivo a partir del siglo XIX.
Un único ejemplar sobrevivió hasta la década de 1960, en el cráter del volcán Rano Kau, lejos de las actividades antrópicas y del ganado. Con la desaparición de ese último árbol, Sophora toromiro fue declarado «extinto en estado silvestre», lo que significa que ya no se encuentra en la naturaleza. ¡Pero eso no quiere decir que ya no existe!
Poco tiempo antes de su desaparición, el explorador Thor Heyerdahl así como el agrónomo Efraín Volosky colectaron las semillas del superviviente del cráter. Gracias a esas recolecciones, el toromiro todavía existe y puede encontrase en varios jardines botánicos del mundo entero. La especie fue salvada.
¿Pero qué sucede ahora con Sophora toromiro?
Las semillas colectadas por el explorador noruego Thor Heyerdahl fueron directamente enviadas a Suecia, al jardín botánico de Gothenburg, donde dieron luz a dos plantas madres, todavía vivas ahora. Esos dos toromiro, que cumplen actualmente los 58 años y miden 1 m y 1,5 m, son probablemente los últimos descendientes directos vivos del superviviente del volcán Rano Kau. El agrónomo chileno Efraín Volosky llevó las semillas de toromiro a Viña del Mar (Chile). A fin de asegurar su conservación, las semillas colectadas por T. Heyerdahl y E. Volosky fueron después distribuidas en varios jardines botánicos, como el de Bonn en Alemania, Kew en Inglaterra, y otros.
El S. toromiro en el mundo
De las dos plantas del jardín botánico de Gothenburg, una floreció por primera vez en 1981, y luego también durante dos años consecutivos. Las semillas y el polen producidos fueron cosechados. Algunas de esas semillas y plantas de toromiro fueron enviadas a Isla de Pascua en 1983. El jardín botánico de Gothenburg es también el único que ha logrado reproducir numerosas plantas de toromiro con esquejes a partir de las dos plantas madres. Esa multiplicación ha permitido la distribución de varios ejemplares en diferentes jardines botánicos del mundo entero. Suecia posee ahora 12 plantas de toromiro: las dos plantas madres y de 10 esquejes.
Más recientemente, el jardín botánico sueco realizó el clonaje de semillas, que fueron distribuidas en los jardines botánicos de Chelsea (EEUU), Kew (RU) y Ventnor (RU) en 2014.
En los años 60′ el jardín botánico de Viña del Mar recibió una trentena de semillas provenientes de la colecta del noruego Heyerdahl. La descendencia directa del último espécimen de Isla de Pascua fue entonces plantada en Chile. El primer toromiro plantado en Viña del Mar produjo numerosas semillas antes de morir, en 1999.
De esas numerosas semillas producidas por ese primer ejemplar viviendo en el continente sudamericano, la tercera generación fue enviada al jardín botánico de Antofagasta (Chile) en Noviembre 2009 y dio la luz a dos ejemplares todavía presentes en ese jardín. Esos Sophora toromiro, de 7 años, miden 1,9 m y 1,4 m, y cuyo el tronco principal alcanza los 8 cm de diámetro, tienen una buena salud. En 2014, el jardín botánico de Antofagasta registró la formación de cuatro vainas viables en una de las dos plantas.
Todavía en Chile, el investigador Jaime Espejo, logró la reproducción de Sophora toromiro por clonaje de 5 semillas provenientes de Viña del Mar y de una de Gothenburg. El patrimonio genético de esos clones es entonces el más cercano posible de el de las semillas colectadas por T. Heyerdahl y E. Volosky. Cultivadas en primer lugar en el invernadero en Los Ángeles (Chile), mil clones fueron plantados en Abril 2012 en la Reserva Nacional Lago Peñuelas, donde se ha formado el primer huerto semillero clonal de Sophora toromiro.
Francia también tiene el privilegio de poseer ejemplares de este árbol rarísimo. En efecto, el jardín botánico de Bonn (Alemania) donó tres plantas al Muséum National d’Histoire Naturelle francés en 1992. De esos tres espécimen plantados en 1995 al jardín botánico del Val Rahmeh en Menton, dos todavía están vivos y miden 1,5 m y 0,9 m. El tercer ejemplar (que alcanzó 1,8 m pero murió en Agosto 2016), produjo semillas en 2013, que fueron sembradas en 2013 en Val Rahmeh y dieron luz a un ejemplar midiendo ahora 0,5 m. Por el momento, es la única producción de semillas del jardín botánico de Menton.
El envío de diferentes semillas o esquejas por los jardines botánicos de Viña del Mar y Gothenburg permitió preservar y difundir la historia de esa especie rarísima. El S. toromiro puede encontrarse también en los jardines botánicos de Melbourne (Australia), Hawaï (USA) y Genève (Suiza).
Una preservación difícil
La actividad humana es, por desgracia, la causa de la desaparición de esa escasa especie. Mucho más que un simple objetivo de conservación, ahora el desafío es la reintroducción de ese árbol sagrado en su hábitat natural: Isla de Pascua o Rapa Nui.
Numerosas tentativas de reintroducción ya fueron efectuadas; varias plantas y semillas fueron enviadas a Hanga Roa por diferentes jardines botánicos, por desgracia sin éxito hasta ahora. En 1995, Suecia mandó 140 plantas, y se hicieron ensayos de reintroducción en el cráter del volcán Rano Kau. Aun los clones recientes producidos en la Reserva Nacional Lago Peñuelas sucumbieron en el ecosistema isleño, ahora hostil para el árbol.
Lejos de abandonar los esfuerzos, numerosas estudios se han iniciado a fin de comprender y de remediar esos fracasos.
a. Un árbol ahora sensible
Toda la dificultad de la reintroducción del S. toromiro reside en la extrema sensibilidad de esa fabácea. En efecto, todas las semillas existentes actualmente parecen provenir de un único y mismo árbol: el superviviente del volcán Rano Kau. Ese último árbol vivía en un ecosistema particular, protegido del viento y de las modificaciones antrópicas por las pendientes del cráter, beneficiando de las temperaturas relativas al clima isleño y de la humedad permanente del corazón del volcán. La poca diversidad genética de las plantas existentes hoy día no parece ser favorable a la adaptación de la especie a otras condiciones climáticas.
El MNHN (Muséum National d’Histoire Naturelle) de Paris desarrolló en 1992 un estudio de crecimiento: 40 individuos fueron plantados en diferentes tipos de substrato y exponiendo a diferentes condiciones climáticas. Solo tres plantas están todavía vivas, lo que refleja la extrema dificultad encontrada para la propagación de este árbol.
Sin embargo, aun el ecosistema del cráter Rano Kau, relativamente conservado desde la desaparición del último individuo, no pudo resguardar de nuevo el árbol sagrado de Rapa Nui. Así, las condiciones climáticas no son el único obstáculo en la reintroducción de ese árbol en su hábitat natural. En efecto, el S. toromiro es sensible a la araña roja (Tetranychus urticae), a los nemátodos y a la cochinilla (Pseudococcidae), tal como a ciertos productos fitosanitarios. La presencia de esos factores exteriores perjudica gravemente al crecimiento de las plantas.
Un crecimiento por cierto extremadamente lento, como lo demuestran las descripciones físicas precisadas anteriormente. Los primeros exploradores europeos que han pisado el suelo volcánico Rapa Nui, describen el S. toromiro como un árbol que alcanza «los 8 hasta 9 pies de altura (=2,5 m hasta casi 3 m), y cuyo ciertos troncos alcanzan el ancho de un brazo de hombre » (descripción por los botánicos J.R y G. Forster durante la expedición de James Cook, en 1774). Desde lo alto de sus 1,5 m, el árbol de 58 años de Gothenburg es entonces lejos de igualar a sus predecesores isleños. El ejemplar más alto actualmente censado se encuentra en el jardín botánico de Antofagasta: con sus 1,9 m de altura y su tronco de 8cm de diámetro, también es pequeño en comparación con los arboles nativos descritos en los relatos antiguos.
b. ¿Necesitaría ayuda el toromiro?
Puesto que los ejemplares actualmente existentes son de pequeño tamaño, es difícil imaginar que los Rapa Nui hubieran podido usar la madera de toromiro para la confección de los famosos Moai Kava Kava. Sin embargo, el tronco de los toromiro viviendo al estado natural alcanzaba los 50 cm de diámetro en esa época. Aunque el crecimiento de ese árbol sea extremadamente lento, eso no explica por qué los ejemplares que crecen en espacios controlados parecen incapaces de alcanzar las dimensiones de sus ancestros.
Parecería que esa falta de vigor sea causada por la actual ausencia de simbiosis. En efecto, el S. toromiro necesitaría la colaboración de un rhizobium para crecer: el intercambio entre las raíces del árbol y la bacteria facilitaría el desarrollo del vegetal. Las irreversibles modificaciones del ecosistema isleño habrían causado la pérdida, o al menos la disminución, de la población bacteriana relativa a esa simbiosis. Esa hipótesis explicaría entonces las dificultades de crecimiento encontradas durante la cultura del S. toromiro en espacio controlado.
Un proyecto de inoculación de S. toromiro en presencia de diferentes especies de rhizobium empezó en 1989 el jardín botánico de Gothenburg, pero fue abandonado sin resultado. Sin embargo, las investigaciones no fueron totalmente olvidadas después de ese primer fracaso: 30 plantas de S. toromiro fueron mandadas en Hawái en 1994 a fin de seguir las investigaciones sobre ese tema; y, más recientemente el proyecto de Gothenburg fue lanzado de nuevo. Ese estudio, todavía demasiado reciente para tener alguna conclusión, representa una esperanza para la reintroducción en su hábitat natural de este árbol legendario .
c. Una reproducción escasa
Por otra parte, la especie ahora salvada y conservada en lugar seguro, obviamente no es inmortal. El número de individuos presente en el mundo tiene que ser vigilado y se debe asegurar a la reproducción de la especie. La mayoría de los jardines botánicos solo poseen uno o dos ejemplares cada uno; en consecuencia la reproducción se hace a menudo por autopolinización, lo que no permite la diversificación genética. Además, las plantas florecen rara vez; de hecho, algunos jardines botánicos jamás han tenido el honor de presenciar ese evento. Entonces la producción natural de semillas es muy débil. En 21 años, solo una de las tres plantas del jardín botánico de Menton produjo una vez semillas viables. En Antofagasta, la producción de semillas se resume a 4 vainas en 2014. Por consecuencia, es difícil asegurar la renovación de la especie, o al menos compensar las pérdidas causadas por su fragilidad.
Una vez las semillas colectadas, la tasa de germinación es débil. Cada etapa del desarrollo del S. toromiro debe ser vigilada de cerca. El trazado genealógico de cada planta es importante a fin de evitar toda equivocación: la confusión con las otras especies del género Sophora es fácil. En efecto, el género Sophora agrupa más o menos 80 especies vegetales repartidas en los dos hemisferios. La forma ovoide, casi globularia de las semillas de S. toromiro permite hacer fácilmente la distinción con las otras especies. Pero, puede ser difícil establecer esa diferenciación inter-especies cuando no se dispone de las semillas. Las plantas censadas fueron entonces certificadas como verdaderos Sophora toromiro.
Esa dificultad de propagación y la lentitud del crecimiento ponen la paciencia de los científicos a prueba. Y varios proyectos ya fueron abandonados por falta de resultados. ¿El Sophora toromiro, ya extinto en áreas silvestres, estará también en peligro en los espacios controlados?
Extensas investigaciones
A fin de remediar esa escasa reproducción natural de la especie y asegurar su conservación, numerosos programas de investigación fueron lanzados. El programa de investigación en multiplicación in-vitro, iniciado en 2013 por el MNHN de Paris fue abandonado en diciembre 2015. Sin embargo, el fin de ese proyecto no significa el abandono de los estudios en multiplicación. En efecto, el jardín botánico de Gothenburg es todavía capaz de producir esquejes y la floración de las plantas madres permitieron la colecta y la conservación de polen: en tal caso debería comenzarse un proyecto de polinización cruzada.
Además, la Reserva Nacional Lago Peñuelas se dedica a la multiplicación de semillas por clonaje. Ese banco de semillas asegura entonces la sobrevivencia del patrimonio genético de la especie. Las primeras semillas usadas por el clonaje provienen del jardín botánico de Viña del Mar y Gothenburg, en tal caso representan la descendencia directa del último árbol sobreviviente en el cráter del volcán Rano Kau. La evolución genética de la especie está vigilada de cerca, esperando que el toromiro recupere su capacidad para generar variabilidad y genética y adaptarse a las nuevas condiciones medio-ambientales de las isla de Pascua.
Aunque la extinción en hábitat natural del toromiro data de 1965, el árbol todavía fascina a los científicos y nuevos proyecto nacen. Tal como en Geneva (Suiza), donde siembras fueron realizadas en abril 2015: esas plantas, provenientes de Múnich, cumplen solo un año, miden 20 hasta 30 cm y están actualmente en buena salud.
Más recientemente aún, CONAF de Isla de Pascua comenzó un estudio de crecimiento de semillas provenientes del Huerto Semillero Clonal, de la Reserva Nacional Lago Peñuelas, en julio de 2016. Esa experiencia trata de determinar el ambiente más favorable al crecimiento del toromiro. Las plantas, expuestas al clima isleño, crecen en diferentes tipos de sustratos, su crecimiento está constantemente medido y su estado de salud esta cuidado de cerca. CONAF espera pronto completar el «Sendero Toromiro» (o Sendero Efraín Volosky), conteniendo actualmente dos especímenes certificados como S. toromiro, con nuevos individuos.
Y ahora, ¿qué hacer?
Desde la desaparición del Toromiro Management Group, la comunicación entre los diferentes polos de preservación del árbol ha mermado. La creación de una red de comunicación internacional potente seria fructífera en la conservación de esta especie. Por supuesto, la unión de los esfuerzos internacionales haría más eficiente la investigación.
Las plantas jóvenes representan el futuro de la especie y la continuación de las investigaciones es necesaria para la conservación de este árbol legendario tanto como para su futura reintroducción.
Los ejemplares de S. toromiro actualmente distribuidos a través del mundo tienen igualmente un papel demostrativo. Ese árbol legendario, de trágico destino , ilustra ahora las consecuencias que puede causar la acción humana sobre el medioambiente.
¡Ojalá que la historia de ese árbol sagrado sirva de lección y los esfuerzos desarrollados para su salvaguarda sean ejemplo para la preservación de numerosas otras especies amenazadas en el mundo!
Autora:
LEPERCQ Véronique,
Élève ingénieur agronome à l’ENSAIA (Nancy),
spécialisation Sciences et Gestion de l’Environnement
Nota: se recomienda leer el original en francés, la versión en español fue redactada por la propia autora.